Son las 11 de la mañana y como equipo partimos al segundo TRAFKINTÜ realizado en la escuela básica de Liucura, en la comuna de Lonquimay, al ladito de Argentina, invitados a hablar de nuestra experiencia en las semillas tradicionales de las comunidades mapuche del territorio.
Al poco andar nos sentimos encerrados en largas extensiones de monocultivos de gramíneas y raps que tan poco saben de biodiversidad, sin embargo entre ellos, pequeñas reducciones de bosque nativo resisten a la llamada civilización, erguidos con cientos de años de historia, como gritando que son más que madera, que son vida.
Los magnánimos volcanes aparecen casi en fila, señalando el camino de los andes, con nieve aún en sus cumbres, casi dormidos.
Pasamos Curacautín y el paisaje es otro, bosques milenarios de robles y coigues, adornados con rojos notros, se toman el horizonte, cruzados por ríos y saltos de un agua, aún pura por esos sectores, todo adornado a ambos lados de la carretera con lupinos que crecen silvestres de los más variados colores, invitados de piedra en este paisaje nativo casi por completo.
Cruzamos el túnel Las Raíces con más de 4,5 kilómetros de longitud, no apto para claustrofóbicos, que al rato parece eterno, para aparecer al fin en terreno Pewenche, lleno de especies nativas que pasando la ciudad de Lonquimay, van cediendo a las pampas y extensos pastizales, con casas esparcidas casi al azar, muy distantes unas de otras.
Seguimos nuestro camino hacia Argentina, y luego de casi 3 horas de viaje llegamos a la Escuela de Liucura, al lado del paso fronterizo con Argentina Pino Hachado.
Nos recibe un hermoso letrero que dice TRAFKINTÜ, es el segundo de ellos, nos recibe Gloria Romero Cheuquepil, “Yoyi” para los amigos, educadora tradicional y organizadora de tan bello evento. Nos acomodamos, sacamos nuestras muestras, zapallos, porotos, maíces y unos posters con cientos de variedades tradicionales de tomates. Llegan nuestros amigos de la comunidad Pedro Currilem, comienzan a aparecer los niños con sus sonrisas curiosas de presentación, observando todo con su paciencia infantil.
Nos dan la palabra y hacemos uno de nuestros ejercicios sociales. Les hacemos observar todos los maíces de diversos colores que llevamos y luego hacemos la pregunta de rigor: Niños, ¿de qué color es el maíz?, – ¡amarilloooooo! – nos responden al unísono. Levantamos entonces un maíz rojo, les preguntamos: ¿Qué es esto? – Un maíz – responden seguros – luego levantamos uno azul, uno plomo, uno naranjo, repetimos la misma pregunta y ellos cada vez responden lo mismo, nombrando el color del cual ven a cada maíz.
Entonces volvemos a repetir la pregunta: ¡Niños, ¿de qué color es el maíz?!, – ¡amarilloooooo! – nos responden nuevamente al unísono y con más fuerza. La situación sin duda no deja de sorprendernos, esto sucede en cada escuela o grupo de niños que visitamos.
La uniformidad y la estandarización es algo que se nos inculca desde niños, a pesar de ver que hay maíces de diversos colores, la inercia parece ser más fuerte. Comprendemos entonces que como todo, la biodiversidad debe ser enseñada e inculcada desde pequeños, luego incluso hay niños en las ciudades que creen que las hortalizas se hacen en los supermercados, a otros incluso les cuesta la idea de creer que zanahorias y papas crecen bajo el suelo.
Luego viene la segunda consulta, esta vez con otro cultivo: ¡Niños, ¿de qué color es el tomate?!, – ¡rojooooo! – nuevamente a coro. Les mostramos imágenes de tomates de diversos colores, pero la respuesta al rato es exactamente la misma. Nos negamos entonces al resultado, insistimos, hasta que de en medio se escucha una tímida pero esperanzadora respuesta: “¡de todos los colores!”. ¿De qué color son los humanos?, de diversos colores, el color no les hace más ni menos, es parte de la diversidad cultural, ese ejemplo parece convencerles mucho más.
Entonces, ¿de qué color es el tomate? – ¡de todos los colores! – responde John con mayor seguridad, se gana una mazorca completita de un maíz bicolor tradicional para sembrar junto a su familia, él y nosotros quedamos felices.
Este ejercicio lo hemos realizado en muchas ocasiones y siempre el resultado es el mismo, nos debe preocupar, nos alejamos tanto de la naturaleza que por eso luego no la respetamos, y nos hacemos parte de un círculo dañino para todos los que habitamos este planeta único.
Los niños y distintos profesores y apoderados se acercan, a algunos se les entregan semillas para que recuperen, otros llevan diversos productos para intercambiar, tortillas, queques, mermeladas, yerba mate, piñones y diversos productos alimentarios producidos por ellos mismos, con el compromiso de traer semilla el próximo año de las que alcancen a sembrar.
Los niños alucinan con los colores, toman y observan cada semilla, se familiarizan, se informan, sin duda este es un pequeño paso en este procesos de revaloración y recuperación de lo tradicional, pero son estos pasos los que dan inicio a una senda necesaria de aprendizaje, crecimiento y comprensión de las riquezas que nos da la naturaleza y el Creador para nuestro bienestar.
Hemos de esperar que cuando pregunten en la próxima clase de qué color es el tomate o el maíz, alguno lo recuerde, sino, lo maravilloso de contar con educadores tradicionales, es que ellos estarán ahí para volver a recordárselos, las veces que sea necesario.
Lo otro muy destacable es ver que la comunidad Pedro Currilem, llevaba semillas de su producción que recibieron de nuestro equipo el año anterior, de zapallos y porotos, que hoy vuelven a los campos, a las cocinas y al conocimiento colectivo y profundo que es la riqueza que mantiene vivos a los pueblos, dicha semilla fue compartida con los presentes.
Nosotros volvimos con panes amasados, tortillas, queques, brazo de reina, yerba mate, sopaipillas y otras delicias, satisfechos en todos los sentidos y con el corazón lleno.
Gracias Yoyita y Elyta por la coordinación, a la Comunidad Pedro Currilem, al Director de la Escuela Básica de Liucura por su compromiso y a todos los docentes y estudiantes que hicieron un día inolvidable. Les dedicamos esta nota.
Equipo Biodiversidad Alimentaria